La del Pirata Pata Palo
El carnaval de Arlequín, Joan Miró
Aunque en el "Libro de Buen Amor" ya el Arcipreste de Hita nos hablase de la victoria de Doña Cuaresma (personificación de la penitencia, el ayuno y de la abstinencia) frente a Don Carnal (personificación de la gula y de los pecados de la carne), permítanme que durante unos días cambie la historia y que el rey de los placeres destierre a Doña Cuaresma de su, para algunos, mandato anual.
Por que sí, por que es tiempo de fiesta, de diversión, de charangas, de placeres, de cambiar de personalidad por una vez sin que nadie te censure con una mirada, he incluso de convertirse en Juana la loca sin serlo.
Como en estos días de Carnaval me dan a elegir entre todas las vidas, yo escojo sin duda la que más me hubiera gustado vivir, la del pirata cojo, llamado Pata Palo, con parche en el ojo, con cara de malo, con pelo largo ondeando al viento frente al mascarón de proa e incluso con mi pañuelo en la frente, y por supuesto, armado hasta los dientes con mi sable y mi trabuco, con mi collar de puro oro robado a cualquier barco inglés y tallado en él mi bandera, la única que conozco, la que resplandece en lo alto del mástil de mí navío, aquella negra azabache con un par de tibias y una calavera.
Así, de esta guisa, al amparo de la negra noche y escondiéndome de la luz de la luna, salí a la calle, a comerme la ciudad...
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
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